Saturno

Archivo colectivo.

Fotografías recopiladas por convocatoria nacional a través de Teorema.org y redes sociales.

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Miro la imagen que emerge desde el interior de una caja de zapatos en el cajón de la cómoda y vuelvo a proyectar, de algún modo, un solo momento del tiempo. Especialmente uno cuya memoria indisoluble está alterada por el olvido, la senilidad y los hongos que la regeneran.

Entonces reaparece su incandescencia, en esa fricción por la prevalencia de los cuerpos, el material y los recuerdos.

Postales a otras vidas y la misma, vibrantes, fundidas; replicadas cientos de días multiplicados por el sol.

Ahí, después del vacío, hay un lugar donde conviven todos sus colores.

Por Rodolfo Muñoz Araya.

 

“El fuego con el que la imagen arde sin duda provoca “agujeros” persistentes, pero él mismo es pasajero, tan frágil y discreto como el fuego con el que arde una mariposa que se acercó demasiado a la vela.”

Georges Didi- Huberman

 

Me he decidido a hablar de imágenes y reflexiones sobre la contemporaneidad, intrigas que tienen estricta relación con el deterioro en varios casos. Lo anterior, entendiendo el deterioro como un suceso continuo y a veces irreversible que nos permite leer y tomar acción frente a las imágenes que tenemos a nuestro alrededor.

 

Ante tanta imagen que podemos ver y tenemos acceso pienso que, hoy más que nunca, debemos comprender la mirada, la observación y la imagen desde un punto de vista crítico. En todas las épocas de la sociedad la mirada ha estado mediada por alguna circunstancia o creencia, los símbolos no adquieren su carácter de la nada, y dependiendo con qué perspectiva, religión o ideal miremos una imagen serán los significados que saquemos de ella. No es novedad decir que en este momento nuestra mirada está mediada a nivel de plataformas, ya sea Google, Instagram o Facebook y a través de dispositivos. Estas plataformas nos presentan las imágenes de una manera particularmente estudiada y diseñada con el propósito de que el usuario/producto esté el mayor tiempo posible mirando la pantalla, con el fin ulterior de vender espacios de publicidad a los verdaderos clientes que son las empresas. Si podemos entrenarnos para dudar, si nuestra educación estuviera a la altura, podríamos sobrellevar el día a día en estas plataformas. Actualmente todos hablamos de ‘el algoritmo de mi feed’, o incluso podemos bromear sobre que Google nos escucha, por tanto nuestra dependencia a estas máquinas crece cada día y nuestra conciencia deambula en un limbo: por un lado sabe que existe una dependencia, y por otro, siente la necesidad de estímulo virtual. Este ya no es el deterioro de la visión, si no de la decisión. ¿Estamos completamente libres de las imágenes que se nos presentan en estas plataformas? La respuesta unánime es no. Las opciones son borrar estas aplicaciones, o entrenarnos para poder discernir y tener control sobre lo que queremos ver. Si la imagen ya es engañosa desde su origen tenemos que ser astutos, usarla y comprenderla para generar nuevas cosas, nuevas imágenes, nuevas rutas de acceso al conocimiento.

El ejercicio propuesto por el proyecto Teorema nos incentiva a realizar actos de fe con respecto a las imágenes recepcionadas junto con sus relatos. O propuesto como hipótesis: ¿si la recepción de imágenes es directa (archivo/ojo/mirada), sus relatos adjuntos también lo son? La pregunta por la confianza es implícita, ¿podemos confiar en los relatos adjuntos a esas fotografías? Sin ánimo de tratar a nadie de mentiroso, me hago una pregunta que muchos nos hemos hecho: ¿nuestros recuerdos de niños han sido configurados por nuestras fotografías de infancia? Si es así podríamos establecer parámetros para confiar o desconfiar de las imágenes ¿Quién envía la fotografía de un cumpleaños? ¿La madre que lo organizó, o el niño quien lo celebró? Aquí radica algo fundamental, dos memorias distintas, con cuotas de fe muy diferentes. Sin duda las fotografías de infancia han configurado nuestros recuerdos, en algunos casos casi pasan a ser los recuerdos mismos, es decir, que la imagen que se nos viene a la cabeza cuando pensamos en algo que pasó, sea la fotografía de ese momento y no el momento mismo.

En esta cartografía de recuerdos se nos presentan imágenes dañadas por el tiempo, deterioradas, es decir, que han pasado a un peor estado o condición. Esto debido a veladuras o problemas con los químicos reveladores, o simplemente se han roto por el uso o casos fortuitos.  Este deterioro lo veo más como una evolución en la forma de leerlas. Una imagen que me llamó la atención es la de un hombre desnudo, donde no se le nota la cara y la fotografía presenta claramente una problemática de hongos o algo parecido (sin querer parecer forense de la imagen). Mi lectura de esta imagen contiene las miles de imágenes de subterráneos que invocan el terror o el horror de un suceso trágico. Mi observación está de inmediato mediada por mi ruido de fondo. ¿Cuál es el relato de esta imagen? ¿Cuál es su contexto? El deterioro debido al tiempo y a la patología encontrada en el papel tapa la cara del sujeto, como si de alguna manera el tiempo borrara los rostros, y es que en una forma lo hace, nos preguntamos concretamente, ¿dónde están? Los rostros de detenidos desaparecidos por la dictadura de Pinochet son un claro ejemplo del deber o función de la fotografía de alguien. Los retratos rescatados de Claudio Pérez, o la constante archivación de retratos de detenidos desaparecidos por parte del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos cumplen la función de dar cara a la desaparición, para su memoria crítica, para que nunca más en Chile. Para seguir con la imagen descrita voy a contar un poco sobre esta. Ningún suceso trágico pasa acá. Una broma inocente, una mañana no tan helada y un té en la mano, nos cuentan de la madrugada de algún año en los 2000. Preparando el día para trabajar en una construcción de la ciudad de Talca. Ese día hubo risas, y la foto que está al lado, con la misma patología es sin duda la foto de vuelta, por eso ella está vestida. Acá hay un relato, es decisión del lector creerme y asociar estas palabras a la imagen dada.

En cuanto a una mirada crítica sobre el estatuto de la imagen se encuentra la obra Ritos de paso, de Juan Castillo. Acá el artista compone una intervención en distintos territorios de Chile, específicamente en el Desierto de Atacama, desde la oficina salitrera Vergara donde se crio el artista, hasta Antofagasta, primera ciudad grande que conoció. Luego en Chiloé, donde estuvo unos meses durante el golpe militar de 1973 sobreviviendo “a través de compras de sabanillas chilotas, las que teñía para hacer ropa y venderla”, cuenta Castillo. Esta acción consiste en parar en el paisaje un lienzo rectangular de gran formato con el escrito “te devuelvo tu imagen”, frase utilizada por el artista desde los años 80 en varias acciones, considerada una de sus obras abiertas, por cómo se comportan y mutan durante los años, reciclando frases o metodologías de acción. Este lienzo luego es quemado por completo. Esta intervención está registrada en fotografía y video, para luego ser expuesta como tríptico en galería, que muestran el letrero intacto, luego quemándose y después los restos. Castillo nos presenta por tanto una reflexión sobre la imagen, sin usar una en específico, la imagen es la intervención luego registrada. Un juego de palabras, ¿a quien le devuelve la imagen Castillo? Es un retorno a los orígenes de su historia, de sus memorias y memorias colectivas. Lo cierto es que la palabra imagen se desvanece transformándose en humo. Castillo nos devuelve una imagen .jpg al mundo digital e impreso. Es un cuestionamiento a la circulación de la imagen, y a la acción del artista de cuestionar nuestra relación con las representaciones. Por otra parte, quemar se ha considerado en muchas culturas como un proceso de limpieza y renacer. La imagen entonces queda en nuestras mentes para poder formar otras nuevas, nuevas conexiones de pensamientos. Es importante señalar que la quema del lienzo es la quema de la palabra escrita, ya que en el tríptico podemos ver cómo el soporte del lienzo, el bastidor, permanece en pie.

Esta intervención, que podría también leerse desde la acción de arte, (recordar que Juan Castillo es uno de los miembros fundadores del Colectivo de Acciones de Arte C.A.D.A) propone en la imagen a lo que Rebecca Schneider se referiría en su texto El Performances permanece (2011) sobre el  registro documental de acciones: “[…] Es tanto el acto de permanecer como un medio de reaparecer (aunque no una metafísica de la presencia), casi de inmediato nos vemos obligados a admitir que los restos no son exclusivo terreno del documento, del objeto, del hueso respecto a la carne”.  Aquí probablemente quiera leer, de una manera más literal, que el bastidor es el hueso y la palabra escrita es la carne, lo que se desvanece, lo que no permanece. Pero en realidad lo que permanece es el documento, la imagen fotográfica. En ese sentido lo que se deterioró era lo que contenía la información precisa, pero como arqueólogos podemos seguir excavando para encontrar información y cruzarla para armarnos lo que fue, al igual que con el relato de la imagen del proyecto Teorema, nos construimos en la cabeza algo que nos puede hacer sentido o no, generamos una hipótesis, y con dedicación podemos llegar a algo coherente, pero sin duda el viaje de la investigación, el proceso es lo nutritivo, lo que llamaríamos la generación de conocimiento y metodologías de acción.

¿Cómo adquiere entonces el deterioro el estatuto de imagen? ¿La mancha en sí misma constituye imagen? Como decía anteriormente, el estatuto de imagen —es decir, de algo que puede ser leído y que confiere información— lo podría dar el proceso metodológico con el que abordamos algo. Este puede ser el simple hecho de darle sentido debido a nuestra historia personal o la meticulosa puesta en acción de distintas acciones y procedimientos para leer algo pensando en su contexto e historia, empatizar con lo visto y leerlo desde ahí. En este sentido el deterioro es parte de la carne y parte del hueso. El deterioro es el proceso. Ese proceso es lento, tanto conceptual como materialmente, entonces empiezan a aparecer otro tipo de lecturas. Podemos adherirle a la imagen nuevas capas que, como en el ejercicio anterior, de mencionar una fotografía del proyecto Teorema, somos capaces de encontrar lecturas mediadas por las afecciones que se encuentran en una fotografía ampliada en papel y que juegan con el contenido.

Nuestro vínculo con las imágenes es innegable, sobre todo cuando nos podemos reconocer en ellas, cuando son personas que conocemos, o lugares a los que hemos ido. No es algo menor que las imágenes que están hechas para preservar esos recuerdos se vean afectadas con problemas que comprometen su lectura, las condiciones ideales de conservación rara vez se cumplen en los cajones de nuestras cosas donde se encuentran alojadas estos papeles de memoria. Es por eso que lo que va quedando es sin duda parte de nuestra identidad, es parte de donde nos criamos, el clima en el que nos desenvolvimos cuando niñes, y nuestra relación con esos recursos, está mediado por esas condiciones. Si el deterioro es un proceso, la memoria también lo es, una versión cíclica y líquida de la realidad, donde nuestros recuerdos se van desvaneciendo y mezclando unos con otros, imágenes pegadas unas con otras, humedecidas, rotas, olvidadas y omitidas.

 

 

 

 

 

 

 

 

Citas

1Schneider, Rebecca, (2011) El Performance permanece. En Estudios Avanzados de Performance. México DF: Diana Taylor y Marcela Fuentes (Fondo de Cultura Económica).

Muñoz Araya, Rodolfo

Staforelli, Jacqueline